sábado, 13 de mayo de 2023

 

 
Agradeciendo a Bruno MORI su reflexión:
«Los posteístas, ¿son verdaderamente ateos?»

      Bruno MORI, dedicado toda su vida al ministerio sacerdotal entre comunidades creyentes en Quebec, Canadá, viene ofreciéndonos en los últimos años sus reflexiones, en la frontera más puntera de la reflexión teológica. Conoce de sobra la transformación radical del católico -o quizá ultracatólico- estado canadiense de Quebec, que en los años 60-90 vivió pacíficamente lo que vino a llamarse la Révolution tranquille, una transformación radical de la religiosidad de aquel estado. Pasó de una proporción de más del 98% de práctica del catolicismo, a una sociedad moderna, ultramoderna también, totalmente secularizada. Sin crisis política, sin violencia, sin agitación social. Más bien simplemente como una transformación cultural, una apertura a nuevas ideas, a un abandono de visiones religiosas tradicionales que cayeron socialmente en una obsolescencia espontánea, sin ruido, con toda naturalidad y paz.
     Bruno conoce en carne propia este nuevo estatus religioso canadiense, y ha sintonizado su reflexión con ese movimiento global de transformación de la religiosidad, que se da por todo el mundo occidental, por decir lo menos. En el extremo sur de la misma América, Chile, que a finales del siglo XX todavía estaba en torno al 90%, ha bajado, en dos décadas, a registrar menos del 50%. Francia, al otro lado del Atlántico, Iglesia madre de Quebec, e «hija primogénita de la Iglesia Católica» desde la Edad Media, ha cruzado también a la baja la frontera psicológica del 50%. Toda Europa comparte esta bajada en las estadísticas. ¿A qué obedece?
     Bruno, y un grupo de teólogas y teólogos, comparten desde hace un tiempo una visión proactiva de la crisis. No es una interpretación «culpabilizante», como antes del Papa Francisco sostenía consistentemente la Iglesia jerárquica. Ahora se abre paso más bien el descubrimiento del cambio cultural que está experimentando la sociedad. Un cambio, además, profundo, incluso radical. Es decir, que afecta a las raíces, a lo que normalmente no cambia: los primeros principios, los axiomas, los postulados, las convicciones genéricas…
     Cambios ha habido muchos, constantemente, en la historia. Pero, normalmente, son cambios superficiales, o de pequeño calado. Los primeros principios de la lógica de Aristóteles no han cambiado en sus 25 siglos, y los patrones de la religiosidad teísta, por ejemplo, no han cambiado desde hace unos nueve milenios, cuando las invasiones kurgans y arias arrasaron Europa con el caballo recién domesticado -el tanque imbatible de aquel momento- conquistando también la religiosidad de los pacíficos pueblos europeos (la Old Europe de Marija Gimbutas), introduciendo un nuevo paradigma cosmovisional -y por tanto religioso- del cual, muchos interpretan que la crisis actual es su canto de cisne.
     El homo y la mulier sapiens, sapientes, llevan, llevamos, 10 milenios (redondeando) con el teísmo (mono o poli, igual da). Prácticamente coincide con el Neolítico. En esos 10.000 años, ha habido muchos cambios, muchísimos, que, también, lógicamente, han sido más o menos superficiales o profundos. Pues bien, durante todo el Neolítico, no ha cambiado, en absoluto, el paradigma teísta: han nacido y han desaparecido religiones, que han creado y desactivado dogmas, normas morales, pecados y virtudes… pero los cambios no han llegado nunca, en estos diez milenios, a barrer el teísmo, uno de los más profundos presupuestos culturales de la religiosidad occidental. El teísmo ha permanecido ahí, inalterable, incuestionado incluso… porque nadie cuestiona lo que parece evidente, o lo que parece muy útil para la sociedad. El ateísmo, por ejemplo, no ha aparecido en la sociedad hasta la Modernidad, que es el comienzo, el anticipo, de la actual crisis cultural.
     Por su carácter negativo, y en buena parte nihilista, el ateísmo de este comienzo de la superación del Neolítico -que es ahora, en la Modernidad contemporánea, cuando está concluyendo sus diez milenios- no ha conseguido convencer a la Humanidad. En estos dos últimos siglos ha estado presente, pero casi de un modo sólo testimonial. Sólo en el pasado siglo XX ha sido cuando ha comenzado a expandirse y multiplicarse significativamente en las estadísticas demográficas mundiales. Y con este crecimiento, también ha cambiado de nombre, y de conciencia: ya no se llama, ni se siente, como ateísmo, sino como de personas arreligiosas, o sin religión, que han abandonado la religión, o que no se afilian a ellas. El famoso gurú de las estadísticas religiosas mundiales, el PEW Center de EEUU, los ha ‘bautizado’ con acierto como los non affiliated, nombre más correcto que el de a-teos o los ‘sem religião’ en Brasil. Una inmensa y creciente muchedumbre de personas que ya no comulgan con ese paradigma neolítico del teísmo -con todos los elementos religionales a los que da sustento-, y que se sienten incómodos en él, se asfixian dentro de su atmósfera («dentro de la caja»), sencillamente, se sacuden los zapatos y dejan atrás el paradigma religioso neolítico, a pesar de sus diez milenios cumplidos.
     Merece la pena reflexionar sobre ello. Es un tránsito cultural de la sociedad. Sucede ante nuestros ojos. No es posible no sentirse interpelado, aunque sea por ósmosis. Las estadísticas religiosas -hemos dicho- dan cuenta del grueso cambio de filiación religiosa que se está produciendo entre nuestros coetáneos. El teísmo que no había cambiado en diez mil años, se está agrietando y está siendo abandonado. Todo ese exilio religioso popular, masivo, ¿será una locura? Cuando el río suena, agua lleva. ¿Cómo entender la transformación de conciencia que está ocurriendo?
     Celebramos que Bruno Mori nos comparta en los Servicios Koinonía su modo de ver el cambio, sobre todo, porque no nos comparte una reflexión teórica, sino que nos habla desde su experiencia social y desde su intimidad religiosa personal. La transformación religiosa que refleja es la suya propia personal, su testimonio, en una palabra. No se escucha, ni se lee igual a un profesor que a un testigo, una especulación intelectual que una confesión biográfica.
     Bruno: gracias por compartir tu reflexión. Ayudados por tu paso adelante, queremos reflexionar y digerir tus luces sobre teísmo y posteísmo, en próximos posts. Si usted no la ha leído todavía no deje de hacerlo, aquí

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