jueves, 25 de mayo de 2023

 
A vueltas con los nuevos paradigmas

Ante la Consulta Pública sobre nuevos paradigmas de dentro de unos días

Este sábado 27 de mayo tenemos la Consulta Abierta, pública, telemática, totalmente accesible, que permite participar enviando previamente intervenciones personales y grupales, que ya hemos distribuido. Después de la Consulta recibiremos también aportaciones conclusivas y las volveremos a poner en público. 

Es conocido aquel chascarrillo que dice que la teología se hace unas preguntas que nadie se hace... No es el caso de la teología popular que ponemos en el cedazo de la Consulta. Las aportaciones llegadas (y ya distribuidas) muestran la variedad de respuestas ante la propuesta de base de la Consulta, sobre nuestra esperanza vital, dentro de la perspectiva del Nuevo Paradigma en el que nos movemos.

Después de años de búsqueda compartida entre grupos, comunidades, teólogos/as, asambleas de comunidades populares... con los libros de Lenaers, Spong, O'Murchu, Morwood, ahora Mori, que nos mostraban y nos razonaban pedagógicamente la necesidad de replantearlo todo (en un «nuevo tiempo axial»), el camino recorrido nos confirma que no podemos volver atrás. No hemos aprendido teorías. Esos libros no eran especulativos, no eran «nuevas propuestas sobre los mismos presupuestos de siempre», teologías repetitivas, «refritos» de lo de siempre. Hemos hecho un largo camino de discernimiento, sereno, muy compartido, paso a paso, y muy convencido, respetando el ritmo de cada quien. Un sentimiento muy extendido entre nosotros es aquél de... «no me arrepiento», «yo ya no puedo volver atrás», «no soy ya capaz de volver a creer como creí», «me encuentro un poco desconcertado, pero cfeo que más cerca de la verdad, y muy aliviado y ligero, sin aquellos conflictos interiores». 

Decíamos ayer que este nuevo gran paradigma, en realidad es un conjunto articulado y bien trabado de varios paradigmas nuevos, que con nuestras lecturas y reflexiones hemos abordado desde diferentes ángulos; cada libro de los que hemos subrayado y hasta desencuadernado, abordaba alguno de estos paradigmas. A estas alturas, muchos de nosotros ya hemos asimilado el «potencial disruptivo» que esta propuesta implicaba, y la hemos aceptado. Nos sentimos ahora en una perspectiva nueva, la del horizonte espiritual que se observa desde el «cambio de rasante» actual. 

Pero sí, es difícil aceptar y sufrir esta metamorfosis. Se sienten muchas cosas cuando uno se desnuda de creencias, supuestos, mitos, tabús, imposiciones morales... o cuando pierde costumbres piadosas muy consoladoras, pero que por mucho que lo sean, no por eso hoy pasan la criba de lo aceptable hoy día. No porque una determinada creencia sea muy consoladora, es verdadera. Y hay quieres prefieren el consuelo, a vivir en la verdad desnuda; pero otros podemos optar, con mejor derecho, a vivir en la verdad desnuda aunque sea a la intemperie y a oscuras. 

Ya es bien conocido, por públicamente manifiesto, que la teología católica -por ceñirnos a la más controlada por la ortodoxia oficial-, en general, no acomete esta nueva frontera paradigmática. Prefiere mantenerse en el terreno conocido de la teología clásica, o incluso de la teología de la liberación, mejor que adentrarse en un terreno de tiempo axial, con su ya citado gran «potencial disruptivo». Mientras no haya demasiada presión o «masa crítica» de cristianos que pidan estos replanteamientos disruptivos, prefieren repetir las mismas recetas tradicionales, quizá con algún «refrito» nuevo y exitoso.

El argumento más recurrente para esta actitud «negacionista», no es realmente un argumento, sino un temor: si entramos por el camino disruptivo de estos nuevos paradigmas, «peligra la fe del Pueblo de Dios», «vamos a dejar sin motivos de militancia a los luchadores por la justicia», «el pueblo sencillo se va a quedar sin el Dios consolador»... En la «época de cambios» que fue la de Vaticano II (Gaudium et Spes): muchos pastores se opusieron, porque «temían» por su pueblo cristiano; en  realidad era su propio miedo personal el que les paralizaba, y lo proyectaban y achacaban al pueblo; pero el pueblo no tenía miedo, y recibió el Concilio Vaticano con gusto y alivio. 

Hace apenas 15 años no podíamos decir públicamente -ni, mucho menos, publicar- opiniones teológicas sobre interpretación bíblica, o sobre el pluralismo religioso, o sobre ecoteología, lo que el aparato inquisitorial de la Iglesia entonces consideraba «peligroso» para el Pueblo de Dios; era, también, un temor en cabeza ajena. Todo aquello hoy se dice, sin problema, y sin casi notarlo, porque hoy es, una convicción creciente en la conciencia de todos. 

Hoy, afortunadamente, ya no es problema el miedo de la Inquisición (¿volverá a serlo en el próximo pontificado?). El miedo ha descendido a las capas más bajas de la atmósfera eclesial: ahora son los propios teólogos/as, los pastores de las parroquias, de las pequeñas comunidades... las que temen, no ya por el Pueblo de Dios, sino por sí mismos. Esta vez no es un temor subjetivo, negacionista. Es un temor real. Se trata de lo ya citado: el «potencial disruptor» del «nuevo paradigma adveniente». Sí, se le ven las orejas al lobo, y muchos pastores se quedan paralizados. Ya todos reconocen -por lo bajo- que la crisis es profunda, y grave, y que nadie sabe qué va a quedar de todo ese patrimonio simbólico religioso-teológico del cristianismo, milenario, con sus raíces principales en el helenismo y en la Edad Media (la gran síntesis medieval que todavía nos llegó a los mayores). En la época de la sociedad tecnológica y del conocimiento, sufre un tal desajuste, que no tiene posibilidades de seguir adelante si no es bajo una «reconversión» radical. 

¿Por dónde vendrá la luz? ¿Cómo nos situamos en esta coyuntura cultural y eclesial quienes vencimos el miedo y ya llevamos caminando un tiempo bajo este paradigma nuevo? Ésa es la pregunta del millón, y es también la pregunta de fondo de nuestra Cuarta Consulta sobre el Nuevo Paradigma. Vamos allá.


1 comentario:

alvaroeduardoarangorozco@gmail.com dijo...

Hola, salud para todos/as/es:
Sí. Ya no tenemos miedos, ni mal genio. Ya "no subimos al cielo para salvarnos, sino que subimos porque tenemos alas", como dice Gaston Bachelard.
Estamos felices ganando nuestra libertad y nuestro vuelo, dejando ya la vieja teología, y entrando al mundo de la posteología, que no tiene "theos", ni Templo, porque es posteísta y tiene algo mejor aún para ofrecer: "Emmanuel" o Dios con nosotros, Dios humanizado en Jesús, por Jesús y con Jesús, el Hijo del Hombre y sus pobres.