lunes, 5 de junio de 2023

 
Cuando veas las barbas de tu vecino cortar...

El catolicismo puede dejar de ser la religión mayor de Francia

     Los datos estadísticos

 

domingo, 28 de mayo de 2023

 
Cuando veas las barbas de tu vecino cortar...

El catolicismo puede dejar de ser la religión mayor de Francia

     Los datos estadísticos religiosos de Francia nos vienen sorprendiendo en las últimas décadas por su constante tendencia a la baja, tanto por lo que se refiere al catolicismo en particular, como a la actitud religiosa en general, de sus ciudadanos. En esta «caída (casi) libre», hace unos cinco años saltó la noticia -con más valor psicológico que matemático- de que ya Francia 'estadísticamente' dejaba de ser católica (bajó del 50%), tal vez después de siete siglos ininterrumpidos de ser aplastantemente mayoritaria. Recientemente se ha anunciado que, en estos menos de cinco años, ya habría descendido al 57%. Y ayer, 27 de mayo de 2023, Guillaume CUCHET da la noticia (en el parisino diario La Croix) de que, según la marcha de las cinco últimas décadas, lo más sensato es predecir que, en Francia, muy pronto, el catolicismo dejará de ser la religión mayoritaria, pasando a ser la segunda, si es que no la tercera.

     (Y recordemos: en la Edad Media, Francia se ganó el título de ser «la Hija primogénita de la Iglesia», es decir, la hija mayor, destacada por su peso específico y por su fidelidad a toda prueba). «Cosas veredes, Sancho».

     Y este recuerdo de la cita cervantina, hace pensar en el país vecino de aquel a quien están cortando la barba, para que ponga la suya a remojar: ¿qué hacen presagiar las estadísticas religiosas en la vecina España?

     El camino que ha recorrido es el mismo que Francia, sólo unos años por detrás. En España ha aparecido la primera medición estadística que anunciara la bajada del 50%, apenas unos cinco años después de que apareciera en Francia también la primera. Siguiendo ese camino, ahora tocaría poner las barbas a remojar, es decir, quedar avisados de que lo más probable que puede suceder es que, tampoco el catolicismo español quede libre del pronóstico de apearse del puesto de religión mayoritaria del país. El refrán castellano, «cuando veas las barbas de tu vecino cortar...» lo avisa desde la sabiduría popular.

     COUCHET, el articulista de La Croix, concluye su artículo diciendo: «Extrañamente, apenas se comenta este previsible declive de la Iglesia, como si los obispos, aturdidos por la crisis de los abusos sexuales, no pudieran hacer otra cosa que asistir, mudos e impotentes, al hundimiento de la Iglesia». Quien dice los abusos sexuales, puede decir también los grupos de presión contra el Papa Francisco, la división entre los mismos obispos, la indecisión ante impases evidentes (apertura al sacerdocio no celibatario, apertura al sacerdocio y a la plena y total participación de la mujer en la Iglesia...), la pérdida de crédito ante la sociedad actual, la huida generaliza de los jóvenes, la gestión de la acertada ocurrencia de la sinodalidad... Demasiados frentes. Les es imposible atenderlos todos. Todavía sería más imposible plantearse que, tal vez mejor que atender los parches, sería necesario preguntarse por el problema-raíz.     Ω


sábado, 27 de mayo de 2023

 
Ya está en línea la Cuarta Consulta

 

     La Cuarta Consulta transcurrió sin incidentes (no cayó la conexión, para lo que el moderador técnico comenzó previniéndonos), el ambiente fue muy distendido e interesado, la breve cuota de tiempo que se dio para cada intervención se cumplió muy bien, y se llenó todo el tiempo destinado a la participación. Estuvimos moviéndonos entre las 135 y 140 personas, más que la vez pasada. 

     A toro pasado, parece verse claro que deberíamos dar más tiempo para la participación, y que la petición de palabra se haga levantando la mano, que zoom acompaña con varias facilidades que conviene aprovechar (mejor que por chat). 

     El Grupo Lenaers quiere elaborar prontamente una propuesta de conclusiones que le parece que podemos extraer. Recordemos que está abierta otra vez la posibilidad de enviar nuevas aportaciones, incluso propuestas de conclusiones, que volveremos a juntar y a devolver a todos dentro de unos días. Estamos a tiempo, pero no se demoren quienes quieran participar. 

    A ello puede ayudar mucho volver a escuchar de nuevo, con calma, la Consulta en el vídeo, que está disponible ya aquí:

https://drive.google.com/file/d/10KSGT0WFU8nwjHNsB84kSXk40Rvw4-dH/view?ts=64727b9b

- Comienzo de la Presentación, por Emma Martínez: en el momento 04:34
- Comienzo del testimonio de Elsa Támez: 07:50
- Palabras de de Santiago Villamayor: 18:27
- Comienzo del tiempo de participación de todos/as: 32:04

Y acabamos de ponerla también en Youtube, aquí:

https://www.youtube.com/watch?v=qDNeFkcLG7w

Buena audición, visióny reflexión. Saludos. Servicios Koinonía.

viernes, 26 de mayo de 2023

 
A vueltas con Dios... ¿o con Theos?

¿Dejan de creer «en Dios» los crisitianos que abandonan?

     Un debate que llevamos con nosotros hace varios años es el de la palabra misma «dios». ¿Es una palabra clara, confusa, o incluso equívoca? ¿A todos nos significa sustancialmente lo mismo? ¿O agrupa en sí significados distintos o incluso contrarios? Hoy día se ha reavivado el debate. 

     Claro, es una palabra multimilenaria, de unos 9.000 años ya, pensamos hoy. Ni que decir tiene que a lo largo de esos milenios ha vehiculado significados muy diversos, y se ha revestido de imágenes diferentes, y hasta contradictorias. Ya hace casi tres mil años, en el período de la cultura clásica, fue abordada por los filósofos, y luego los teólogos. Es inabarcable todo lo que han dejado escrito con sus reflexiones sobre el significado de esa palabra. Muchas religiones del planeta (no todas, porque no todas son teístas) lo han llamado con el nombre propio de su lengua y de su cultura. Martin BUBER dijo con frase célebre: «La palabra Dios es la más cargada de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan manchada, tan dilacerada. Las generaciones, con sus partidismos religiosos, han desgarrado esta palabra. Por ella han matado y han muerto. Y tiene marcadas en sí las huellas de los dedos y la sangre de todos ellos». Y más cerca, González Faus ha escrito: «Dios es la palabra más polisémica y más abusivamente empleada a lo largo de toda la historia humana». Es obvio: tiene una historia inabarcable.
     Viniendo más hacia nosotros en el tiempo, los mayores recordamos que la imagen de Dios que teníamos antes del Concilio Vaticano II era, claramente, la «normal», la «clásica», la de la Edad Media, la de Trento, la del Barroco... Era la misma, y pensábamos -sin estudios específicos sobre sus orígenes e historia- que así habría sido siempre. Parecía obvio.
     Pero el Vaticano II, que no se pronunció sobre una reforma o mudanza en el tema «Dios», desató una conciencia crítica que sí hizo que en los años siguientes entrara en crisis el tema de «las imágenes» de Dios. El Patriarca ortodoxo Anaxágoras IV pronunció en el aula conciliar unas palabras que le catapultaron a la fama: «En lo que muchos ateos no creen, es un Dios en el que yo tampoco creo». Fue una bomba. Abría la puerta a plantearse si estaríamos en algunas situaciones «diciendo el nombre de Dios... en falso»; si estaríamos llamando dios a algo que no lo era, o a algo inexistente...
     Proliferaron los trabajos pastorales sobre las «imágenes de Dios» (no sobre Dios, sino sobre sus imágenes, las imágenes que nosotros manejábamos sobre él). El libro más famoso -fue el de Juan Arias, antiguo corresponsal de prensa en el propio Concilio, que escribió un artículo tan disruptivo, que tuvo que desarrollarse en libro y que ha sido traducido a más de 40 lenguas-: «El Dios en quien no creo». No creo en el Dios que es un semáforo rojo a las alegrías del ser humano, no creo en el dios amigo de los poderosos y despreocupado de los pobres... y todo un libro de imágenes semejantes de Dios. Nos vino muy bien ese libro. Hay que agradecer eternamente a Juan Arias -que vive retirado en Brasil- este servicio impagable.
     Eran las imágenes de Dios lo que se cuestionó como efecto del Vaticano II. No Dios mismo, sino sus imágenes. Desnudado de esas imágenes inadecuadas, debajo de esas máscaras desagradables, estaba Dios, sin ningún problema. La identidad o la entidad de Dios, por debajo de esas imágenes superficiales inadecuadas, no entraba en cuestión, estaba fuera de todo cuestionamiento. Era obvio que no tenía sentido ponerla en cuestión. Dios habría sido siempre el mismo, eterno e inmutable; el único problema era nuestra mala comprensión, y nuestra imaginación interesada, que todo lo corrompe. Y ahí hemos estado, en el rechazo de las imágenes inadecuadas, y en la ingenuidad de pensar que no había ningún problema con Dios mismo.
     Pero la realidad hace décadas (desde el Concilio) que viene desmintiendo esa ingenuidad. En los 60 años redondos que han pasado desde entonces, las estadísticas de las sociedades europeas no paran de engrosar la cifra de los millones de cristianos que «dejan de creer en Dios» y se van al ateísmo, o a la indiferencia. Es una ingenuidad pensar que «con Dios no hay problema», que lo hay sólo con sus imágenes, imágenes que nosotros ya habríamos purificado. Si sus imágenes ya no son problema, si ya hemos internalizado bien su crítica en las décadas pasadas, ¿cómo es que «Dios» sigue siendo piedra de tropiezo, y un número constante de cristianos dejan de «creer en Dios»? Estarán todos ellos equivocados, y nosotros en lo cierto?
     ¿Estamos seguros de que dejan de creer «en Dios»? Yo no lo estoy. Veremos.

jueves, 25 de mayo de 2023

 
A vueltas con los nuevos paradigmas

Ante la Consulta Pública sobre nuevos paradigmas de dentro de unos días

Este sábado 27 de mayo tenemos la Consulta Abierta, pública, telemática, totalmente accesible, que permite participar enviando previamente intervenciones personales y grupales, que ya hemos distribuido. Después de la Consulta recibiremos también aportaciones conclusivas y las volveremos a poner en público. 

Es conocido aquel chascarrillo que dice que la teología se hace unas preguntas que nadie se hace... No es el caso de la teología popular que ponemos en el cedazo de la Consulta. Las aportaciones llegadas (y ya distribuidas) muestran la variedad de respuestas ante la propuesta de base de la Consulta, sobre nuestra esperanza vital, dentro de la perspectiva del Nuevo Paradigma en el que nos movemos.

Después de años de búsqueda compartida entre grupos, comunidades, teólogos/as, asambleas de comunidades populares... con los libros de Lenaers, Spong, O'Murchu, Morwood, ahora Mori, que nos mostraban y nos razonaban pedagógicamente la necesidad de replantearlo todo (en un «nuevo tiempo axial»), el camino recorrido nos confirma que no podemos volver atrás. No hemos aprendido teorías. Esos libros no eran especulativos, no eran «nuevas propuestas sobre los mismos presupuestos de siempre», teologías repetitivas, «refritos» de lo de siempre. Hemos hecho un largo camino de discernimiento, sereno, muy compartido, paso a paso, y muy convencido, respetando el ritmo de cada quien. Un sentimiento muy extendido entre nosotros es aquél de... «no me arrepiento», «yo ya no puedo volver atrás», «no soy ya capaz de volver a creer como creí», «me encuentro un poco desconcertado, pero cfeo que más cerca de la verdad, y muy aliviado y ligero, sin aquellos conflictos interiores». 

Decíamos ayer que este nuevo gran paradigma, en realidad es un conjunto articulado y bien trabado de varios paradigmas nuevos, que con nuestras lecturas y reflexiones hemos abordado desde diferentes ángulos; cada libro de los que hemos subrayado y hasta desencuadernado, abordaba alguno de estos paradigmas. A estas alturas, muchos de nosotros ya hemos asimilado el «potencial disruptivo» que esta propuesta implicaba, y la hemos aceptado. Nos sentimos ahora en una perspectiva nueva, la del horizonte espiritual que se observa desde el «cambio de rasante» actual. 

Pero sí, es difícil aceptar y sufrir esta metamorfosis. Se sienten muchas cosas cuando uno se desnuda de creencias, supuestos, mitos, tabús, imposiciones morales... o cuando pierde costumbres piadosas muy consoladoras, pero que por mucho que lo sean, no por eso hoy pasan la criba de lo aceptable hoy día. No porque una determinada creencia sea muy consoladora, es verdadera. Y hay quieres prefieren el consuelo, a vivir en la verdad desnuda; pero otros podemos optar, con mejor derecho, a vivir en la verdad desnuda aunque sea a la intemperie y a oscuras. 

Ya es bien conocido, por públicamente manifiesto, que la teología católica -por ceñirnos a la más controlada por la ortodoxia oficial-, en general, no acomete esta nueva frontera paradigmática. Prefiere mantenerse en el terreno conocido de la teología clásica, o incluso de la teología de la liberación, mejor que adentrarse en un terreno de tiempo axial, con su ya citado gran «potencial disruptivo». Mientras no haya demasiada presión o «masa crítica» de cristianos que pidan estos replanteamientos disruptivos, prefieren repetir las mismas recetas tradicionales, quizá con algún «refrito» nuevo y exitoso.

El argumento más recurrente para esta actitud «negacionista», no es realmente un argumento, sino un temor: si entramos por el camino disruptivo de estos nuevos paradigmas, «peligra la fe del Pueblo de Dios», «vamos a dejar sin motivos de militancia a los luchadores por la justicia», «el pueblo sencillo se va a quedar sin el Dios consolador»... En la «época de cambios» que fue la de Vaticano II (Gaudium et Spes): muchos pastores se opusieron, porque «temían» por su pueblo cristiano; en  realidad era su propio miedo personal el que les paralizaba, y lo proyectaban y achacaban al pueblo; pero el pueblo no tenía miedo, y recibió el Concilio Vaticano con gusto y alivio. 

Hace apenas 15 años no podíamos decir públicamente -ni, mucho menos, publicar- opiniones teológicas sobre interpretación bíblica, o sobre el pluralismo religioso, o sobre ecoteología, lo que el aparato inquisitorial de la Iglesia entonces consideraba «peligroso» para el Pueblo de Dios; era, también, un temor en cabeza ajena. Todo aquello hoy se dice, sin problema, y sin casi notarlo, porque hoy es, una convicción creciente en la conciencia de todos. 

Hoy, afortunadamente, ya no es problema el miedo de la Inquisición (¿volverá a serlo en el próximo pontificado?). El miedo ha descendido a las capas más bajas de la atmósfera eclesial: ahora son los propios teólogos/as, los pastores de las parroquias, de las pequeñas comunidades... las que temen, no ya por el Pueblo de Dios, sino por sí mismos. Esta vez no es un temor subjetivo, negacionista. Es un temor real. Se trata de lo ya citado: el «potencial disruptor» del «nuevo paradigma adveniente». Sí, se le ven las orejas al lobo, y muchos pastores se quedan paralizados. Ya todos reconocen -por lo bajo- que la crisis es profunda, y grave, y que nadie sabe qué va a quedar de todo ese patrimonio simbólico religioso-teológico del cristianismo, milenario, con sus raíces principales en el helenismo y en la Edad Media (la gran síntesis medieval que todavía nos llegó a los mayores). En la época de la sociedad tecnológica y del conocimiento, sufre un tal desajuste, que no tiene posibilidades de seguir adelante si no es bajo una «reconversión» radical. 

¿Por dónde vendrá la luz? ¿Cómo nos situamos en esta coyuntura cultural y eclesial quienes vencimos el miedo y ya llevamos caminando un tiempo bajo este paradigma nuevo? Ésa es la pregunta del millón, y es también la pregunta de fondo de nuestra Cuarta Consulta sobre el Nuevo Paradigma. Vamos allá.


miércoles, 24 de mayo de 2023

 
Católicos españoles: 44%

Primera vez desde hace cinco siglos

La noticia la ha publicitado la revista «Vida Nueva», procedente de IPSOS, reconocida multinacional de investigación de mercados y consultoría. Es la primera vez que las investigaciones sociológicas arrojan un porcentaje tan bajo de católicos en el país, y también la primera vez que ese porcentaje baja de la barrera psicológica del 50%. Sería pues la primera vez que los católicos dejarían de ser mayoría en un país de tan reconocida trayectoria católica. 

No es una noticia extraña o insólita: por toda Europa los porcentajes van parejos, más o menos. Francia -que en la Edad Media era llamada con orgullo la «hija primogénita de la Iglesia»- hace menos de 5 años dio la noticia de su caída por debajo del 50% de la población, y hace sólo unos meses se ha dicho que podría estar ahora por el 47%. Y otros países europeos de larga tradición religiosa -en realidad todos lo son- se siguen los pasos unos a otros, todos a la baja.

A falta de que se publiquen más datos sobre el cuestionario y las respuestas, parece que la encuesta española se ha centrado más en el sentido de pertenencia a la Iglesia (si el encuestado se considera católico o no), mientras que las estadísticas francesas citadas se centraban más en la creencia en Dios o no. Que el 51% de los franceses ya no creían en Dios: así titularon medios de prensa franceses la noticia del cruce de la barrera del 50%. Otros titularon que la mitad de los franceses ya no creían en Dios. 

Dejar de considerarse miembro de la Iglesia, o dejar de creer en Dios, son cosas muy diferentes, pero sólo en la realidad personal de la conciencia de cada uno; en el lenguaje de la calle, o de los medios, en realidad, no se refieren a cosas muy diferentes. Tal vez uno se marcha de la Iglesia por los escándalos del clero... pero muy probablemente la verdadera causa es que esos escándalos han terminado de hacer caer su pequeña y débil convicción de fe. Ni por un escándalo del clero uno deja de creer, si está convencido del sentido de Dios en su vida. En definitiva, lo que está cayendo en Europa es la plausibilidad de Dios, la credibilidad de la fe: para quienes viven la vida agitada moderna, están en formación cultural permanente, y no reciben de la Iglesia y de los demás creyentes, señales de aggiornamento, replanteamiento radical de todas esas concepciones, dogmas, prácticas sacramentales que aparecen como ininteligibles o inaceptables a las personas modernas, la única salida es la de «mutis por el foro», o sea, marcharse, sin hacer ruido, sin discutir, y no volver, y olvidarse de todo ese patrimonio simbólico cristiano occidental en el que vivieron todos sus abuelos, pero que a estas personas de hoy, en pocas décadas -en vida suya- se les han vuelto insobrellevables. Y la cosa es tan clara y tan contagiosa, que llevamos varias décadas con las estadísticas religiosas permanentemente a la baja.

Estamos en vísperas de una Consulta Abierta a personas preocupadas por este síntoma. Vamos a compartir sobre la posibilidad y la necesidad de asumir un cambio radical: un cambio de paradigma, o, acercándonos más, con más detalle, un nuevo paradigma complejo que podemos ver que está compuesto por varios subparadigmas. Lo que se presenta como un chequeo al teísmo (el paso adelante a un cristianismo posteísta), en realidad es una prueba de fuego simultánea en los varios paradigmas, todos a la vez. Están todos relacionados. Es un cambio de mentalidad total. El Neolítico se está acabando, y nueve mil años han depositado en nuestra cultura -a la que nadie nos podemos sustraer- un poso, un enorme sustrato de axiomas, creencias, postulados, supuestos acríticos... que forman parte de nuestro inconsciente colectivo social cultural, también del religioso. El cambio es demasiado grande, demasiado profundo. Nos hemos de armar de paciencia, y de una esforzada lucidez crítica. Sigamos...

domingo, 21 de mayo de 2023

 
Comunicación desde Francia para nuestra Consulta
Un equipo francés de coordinación teológica y de comunidades nos saluda
(en français ci-dessous)


     Serge Coudere, miembro del equipo «Pour un christianisme d'Avenir», que reúne a destacados cristianos/as de Francia, que desde hace varias décadas lleva adelante un animado proceso de reflexión teológica y pastoral de vanguardia en el país, acusa recibo de nuestra invitación para participar en nuestra Consulta, y aprovechan para compartirnos una visión de sus trabajos y preocupaciones. Resulta confortante conocer de primera mano este informe tan semejante y tan cercano a nuestras preocupaciones, reflexiones y trabajos. Les animamos a alegrarse con este mensaje del mundo francófono.

Hola, José-Maria.

En primer lugar, gracias por tu correo y por sus anexos.

Me tomaré un momento para presentarles a nuestro equipo, y el estado de nuestras reflexiones sobre lo que ustedes llaman "nuevos paradigmas". 

Somos un equipo de seis personas: Robert Ageneau, Jacques Musset, Paul Fleuret, Philippe Perrin, Marlène Tuininga y yo mismo. Este equipo se llama Pour un christianisme d'avenir: es el título que hemos dado en francés en 2019 al libro increíble de John Shelby Spong.

Somos un equipo editorial de la colección Sens & conscience de Karthala Editions -de la que Robert fue fundador y director-. En el marco de esta colección, hemos traducido y publicado ocho libros de Spong, el primero de los cuales, Jesús para el siglo XXI, se publicó hace diez años. También hemos publicado Being Honest with God. Cartas a los buscadores, en el que Spong aborda ampliamente el abandono del teísmo, y el inicio de una nueva relación con un "Dios" posteísta. Este libro merecería sin duda ser traducido al español. También hemos publicado dos libros de Jacques Musset, Repensar a Dios en un mundo secularizado y ¿Hemos salido de la crisis modernista? Un tercero, Jesús para los no religiosos -un guiño a Spong- se publicará en julio. También hemos publicado dos libros de Bruno Mori Por un cristianismo sin religión. Retrouver la "Voie" de Jésus de Nazareth y, el segundo, Vers l'effondrement. Crise des dogmes, des sacrements et du sacerdoce dans l'Église catholique acaba de publicarse. También está en preparación un libro de José Arregi como continuación de su capítulo en Después de Dios. Otro modelo es posible.

Por nuestras numerosas publicaciones, pueden ver que estamos muy en la línea de su trabajo de Consulta, y de las preguntas que se hacen sobre Dios y Jesús. Robert Ageneau acaba de escribirme sobre la nueva representación de Dios: "Lo pienso en el contexto de nuestra nueva comprensión del universo -el Cosmos-, con miles de galaxias, como una fuente de ser y una energía de amor, pero de un modo que implica un acto de inteligencia -es razonable, la mitad de los científicos están abiertos a ello-, pero también un acto de fe, libre y personal".

Además, estamos preparando una jornada de estudio en París el 30 de septiembre de 2023, como ya hicimos en octubre de 2019. El tema -aún no confirmado- girará en torno a Decir Dios y Jesús cuando las creencias se derrumban con Spong, Drewermann, Mori, Moingt... José Arregi ha aceptado dar una conferencia en relación con su próximo libro.

Publicamos regularmente Tribunas y una carta semestral. El pasado mes de marzo organizamos en París un encuentro con una quincena de periodistas, sociólogos, responsables de asociaciones y revistas sobre el futuro de la Iglesia católica y del cristianismo.

He aquí lo que escribió Philippe Perrin, miembro de nuestro equipo: "Tres etapas sucesivas: nuestro grupo me parece estar (1) en vías de un "nivel 2" de una reforma de la Iglesia. Una consecuencia de ello es (2) la reevaluación del significado de las Escrituras a la luz de la exégesis moderna, que (3) sustituye la idea "teísta" de Dios por un "posteísmo".

Este posteísmo nos deja, en primer lugar, huérfanos de la imagen de Dios que teníamos. Spong y Mori proponen nuevas representaciones (fundamento del ser, Misterio o Realidad Última, Energía Benévola del Universo...) que son bastante vagas, pero son definiciones por principio abiertas.

La invitación de ustedes a participar en su Consulta Abierta está particularmente bien formulada a este respecto: "¿Qué puede sostener hoy nuestra esperanza o nuestra motivación? ¿Qué significa Jesús de Nazaret en esta nueva mentalidad? [...]. "

Esto es lo que queríamos compartir con vosotros. No podremos acompañaros porque no hablamos español. Gracias por mantenernos informados de sus intercambios.

Atentamente,

Serge Couderc,miembro del equipo.

P.D.: También me gustaría señalar que la lectura del libro de Roger Lenaers y la animación de una lectura compartida de su libro Un autre christianisme est possible. La fin d'une Église moyenâgeuse fue para mí un paso importante en mi vida de "creyente en el exilio".

 

 

En français:

Bonjour José- María,

D’abord, merci pour votre dernier message et pour ses pièces jointes, en particulier, le texte de Bruno Mori sur le post-théisme que j’avais repéré sur le site d’ACADEMIA et que j’ai communiqué aux membres de notre équipe.

Ensuite, je prends un temps pour présenter notre équipe et l’état d’avancée de nos réflexions à propos de ce que vous nommez « les nouveaux paradigmes ».

Nous sommes une équipe de six personnes, Robert Ageneau, Jacques Musset, Paul Fleuret, Philippe Perrin, Marlène Tuininga et moi-même. Cette équipe s’appelle Pour un christianisme d’avenir : c’est le titre que nous avons donné en français en 2019 au livre de John Shelby Spong Unbelievable.

Nous sommes une équipe éditoriale de la collection Sens & conscience aux éditions Karthala – dont Robert a été le fondateur et le directeur. C’est dans le cadre de cette collection que nous avons traduit et publié huit ouvrages de John Shelby Spong, dont le premier, Jésus pour le XXIe siècle, paru il y a 10 ans. Nous avons également publié de Spong Être honnête avec Dieu. Lettres à ceux qui cherchent dans lequel Spong traite abondamment de l’abandon du théisme et de la manière de nouer une relation nouvelle avec un « Dieu » post-théiste. Ce livre mériterait sans doute d’être traduit en espagnol. Nous avons également publié deux ouvrages de Jacques Musset Repenser Dieu dans un monde sécularisé et Sommes-nous sortis de la crise moderniste ?. Un troisième, Jésus pour les non-religieux – un clin d’oeil à Spong - sera publié en juillet. Nous avons également publié deux ouvrages de Bruno Mori Pour un christianisme sans religion. Retrouver la "Voie" de Jésus de Nazareth et, le deuxième, Vers l’effondrement. Crise des dogmes, des sacrements et du sacerdoce dans l’Église catholique vient tout juste de paraître. Merci d’avoir mis notre dossier de presse à propos de ce livre sur le site ACADEMIA. Est également en projet un ouvrage de José Arregi dans le prolongement de son chapitre dans Après Dieu. Un autre modèle est possible.

Par nos nombreuses publications, vous pouvez constater que nous nous inscrivons tout à fait dans vos travaux de consultation et dans les questions sur Dieu et sur Jésus que vous vous posez. Robert Ageneau vient tout juste de m’écrire à propos de la nouvelle représentation de Dieu : « Je la pense dans le cadre de notre nouvelle compréhension de l’univers - le Cosmos -, avec des milliers de galaxies, comme une source de l'être et une énergie d'amour, mais dans une démarche qui implique un acte d'intelligence - c'est raisonnable, la moitié des scientifiques y sont ouverts -, mais aussi un acte de foi, libre et personnel ».

Par ailleurs, nous préparons pour le 30 septembre prochain une journée d’études à Paris comme nous l’avions fait en octobre 2019. Le thème - qui n’est pas encore validé - sera autour de Dire Dieu et Jésus quand les croyances s’effondrent avec Spong, Drewermann, Mori, Moingt… José Arregi a accepté d’y faire une intervention en lien avec son prochain livre.

Nous publions régulièrement des Tribunes et une lettre semestrielle. Nous avons organisé en mars dernier une rencontre à Paris avec une quinzaine de journalistes, de sociologues, de responsables d’associations et de revues sur l’avenir de l’Église catholique et du christianisme.

Voici ce qu’écrit Philippe Perrin, membre de notre équipe : « Trois étages successifs : notre groupe me semble d'abord (1) en chemin vers un "niveau 2" d'une réforme de l'Église. Cette démarche a entre autres pour conséquence (2) la réévaluation de la portée des Écritures à la lumière de l'exégèse moderne, laquelle (3) remplace l'idée "théiste" de Dieu par un "post-théisme".

Ce post-théisme nous rend d'abord orphelins de l'image de Dieu que nous avions. Spong et Mori nous en proposent de nouvelles représentations (fondement de l'être, Mystère ou Réalité Ultime, Énergie Bienveillante de l'Univers...) plutôt vagues, mais ce sont a priori des définitions ouvertes.

L'invitation de J.M. Vigil à participer à sa Consultation Ouverte est particulièrement bien formulée à cet égard :  "Qu'est-ce qui peut soutenir notre espoir ou nos motivations aujourd'hui ? Que signifie Jésus de Nazareth dans cette nouvelle mentalité ? […]. »

Voilà ce que nous souhaitions partager avec vous. Nous ne pourrons pas être des vôtres car nous ne parlons pas l’espagnol. Merci de nous tenir au courant de vos échanges.

Cordialement,

Serge Couderc, membre de l’équipe Pour un christianisme d’avenir

 

P.S. : Je souligne aussi que la lecture du livre de Roger Lenaers et l’animation d’une lecture-partagée de son livre Un autre christianisme est possible. La fin d’une Église moyenâgeuse ont été pour moi une étape importante dans ma vie de « croyant en exil ».


sábado, 20 de mayo de 2023

 


Síntesis de la Consulta de 2021

Aportaciones a la Consulta de 2021

Es difícil captar bien, a fondo, en directo, las intervenciones en una asamblea de debate de un tema, si uno las escucha de entrada, de golpe, sin haber podido prepararse... Por eso, ya en la anterior Consulta de 2021 seguimos el método de la participación escrita, previa y posterior al encuentro mismo por zoom. Se invitó a quienes iban a participar a reflexionar sobre el tema y escribir, brevemente, su posición, su aporte, sus dudas, su experiencia, sus propuestas... 

Y lo conseguimos: se reunión un buen número de aportaciones, que hoy queremos compartirles. En primer lugar, porque siguen teniendo vigencia: estamos en la misma senda de reflexión, tal vez, simplemente, más adelantados. En segundo lugar porque, recordar lo que dijimos tantas personas, es un ejercicio sano de memoria, de reconocimiento del camino que vamos haciendo. Y, en tercer lugar, para mostrar a quienes se acercan por primera vez a esta consulta, lo que ya hicimos, y cómo les proponemos participar, igualmente, en esta nueva fase. 

Es decir: todas las personas que deseen participar, quedan invitadas a reflexionar breve y libremente sobre el tema propuesto, la consulta que se sugiere, y a escribir breve y sintéticamente su opinión (hallazgos, preguntas, propuestas...). Ya han llegado algunas aportaciones. Tenemos algunos pocos días más. Háganlo pronto, y envíenlo a grupolenaers@gmail.com. Varios días antes de la consulta remitiremos a todos un conjunto seleccionado (quizá resumidas o recortadas las aportaciones demasiado largas). Mejor no pasar de media página; máximo una página. 

Tanto para ponernos en el tema, como para tener un modelo, compartimos de nuevo, la síntesis de aportaciones de 2023, aquí

viernes, 19 de mayo de 2023

 
Nueva «Consulta sobre Nuevos Paradigmas»
Superando la deconstrucción, ¿qué sostiene nuestra esperanza?

 Y va a ser nada menos que la cuarta consulta. Todavía suena raro: ¿una consulta abierta, popular, sobre un tema teológico? Prácticamente no se ha usado. Las consultas teológicas son congresos de especialistas. 

Pero el Grupo Lenaers, animador desde hace unos cuantos años de una reflexión teológica abierta, y a pie de calle, sin exigencias académicas -aunque también-, ya va por la cuarta consulta, la que va a tener lugar el 27 de mayo de 2023, por vía zoom, como las anteriores. 

('Roger Lenaers' es el nombre de uno de los autores de teología popular que más ha sido leído en fotocopias y PDFs. Precisamente sus libros más leídos aparecieron en los años en que el mundo hacía esa transición, de la galaxia Gutemberg a la digital. Muchos recordamos ver sus libros, encuadernados con espiral en un «libro de fotocopias», metido en el bolso, para leerlo en cualquier sitio y aprovechar el tiempo, o llevándolo a la comunidad o grupo de formación. Fueron años de sorpresa, con aquella teología nueva, rompedora, desconcertante en un principio, pero que pronto convencía y tenía el «efecto colateral» del «yo ya no puedo volver atrás»). 

Son muchas las personas que en comunidades cristianas, en parroquias, en grupos de formación... han hecho un recorrido notable, de un encomiable esfuerzo de lectura/estudio, y de diálogo/debate de los temas propuestos. Y no ha sido fácil, porque no es un tema teórico, especulativo, imaginativo, sino profundo, de los que merecerían un trato filosófico serio, pues no en vano tratan de los temas más hondos de la vida y de la realidad: ¿Qué es esto en donde estamos? ¿Qué hace aquí el ser humano? ¿Nos valen las explicaciones que nos dieron cuando éramos niños? ¿Qué hacemos con todas aquellas cosas bonitas que nos contaron, que ya no podemos creer: las olvidamos y tiramos, o las revisamos a fondo?

Todo este movimiento de personas creyentes se ha embarcado en el proceso de revisión, para cribar el trigo de la paja, y emprender una etapa nueva en el mismo camino de su vida, a la altura ahora de los tiempos. Y la primera etapa ha sido, por necesidad, una etapa de revisión del pasado, y de deconstrucción de lo que parece que no tenía fundamento, o que a uno le parece que ya no puede creer. Esa etapa es dolorosa, precisamente por ser «de deconstrucción». Como que a uno le cuesta desprenderse de creencias entrañables, con tantas resonancias espirituales de familia, de infancia, de sociedad... Pero es ley de vida, si se quiere vivir a la altura de la hora actual. 

Creemos que estamos ya, hace tiempo, en una nueva fase, en una etapa no ya de deconstrucción (aunque eso no se acaba nunca), sino de nueva construcción. No es reconstrucción, por aquello mismo que decíamos: «yo ya no puedo volver atrás», aquella ropa de creencias ya no me sirve, se me quedó corta; necesito encontrar ropa nueva, una manera de ver el mundo acorde con lo que hoy sabemos, con la ciencia, con la nueva conciencia humana, y que me permita no perder, o incluso mejorar, el sentido de mi vida, mis ganas de vivir, la esperanza profunda que me sostenga en la lucha. 

Ése es el tema de esta Cuarta Consulta: dado que la mayor parte de nosotros ya hemos avanzado bastante en la deconstrucción de lo que nos estorbaba e incluso nos agobiaba, queremos compartir lo positivo. ¿Qué es lo que sostiene ahora nuestra esperanza y nuestro gozo de vivir? La Consulta Abierta es para alimentarnos mutuamente, para compartir las nuevas razones que tenemos para vivir y para esperar. 

¿Quiere usted participar? Si lo hace, hágalo positiva y propositivamente: puede hablar (no más de 3 minutos) en la reunión telemática, pero puede también (quizá incluso mejor) expresarse por correo -también brevemente-, sabiendo que juntaremos todas las aportaciones escritas y las reenviaremos a todas las personas interesadas, para alimentarnos con más y mejores testimonios, al estar redactados en casa con más calma y reflexión. Participe. Éste es también otro pequeño Sínodo, popular, de plena participación. 

No deje de recoger la cita, con el enlace de zoom, los datos de la fecha y hora, y un pequeño recordatorio de la reflexión que vamos haciendo, aquí, o en ServiciosKoinonía2.

sábado, 13 de mayo de 2023

 

 
Agradeciendo a Bruno MORI su reflexión:
«Los posteístas, ¿son verdaderamente ateos?»

      Bruno MORI, dedicado toda su vida al ministerio sacerdotal entre comunidades creyentes en Quebec, Canadá, viene ofreciéndonos en los últimos años sus reflexiones, en la frontera más puntera de la reflexión teológica. Conoce de sobra la transformación radical del católico -o quizá ultracatólico- estado canadiense de Quebec, que en los años 60-90 vivió pacíficamente lo que vino a llamarse la Révolution tranquille, una transformación radical de la religiosidad de aquel estado. Pasó de una proporción de más del 98% de práctica del catolicismo, a una sociedad moderna, ultramoderna también, totalmente secularizada. Sin crisis política, sin violencia, sin agitación social. Más bien simplemente como una transformación cultural, una apertura a nuevas ideas, a un abandono de visiones religiosas tradicionales que cayeron socialmente en una obsolescencia espontánea, sin ruido, con toda naturalidad y paz.
     Bruno conoce en carne propia este nuevo estatus religioso canadiense, y ha sintonizado su reflexión con ese movimiento global de transformación de la religiosidad, que se da por todo el mundo occidental, por decir lo menos. En el extremo sur de la misma América, Chile, que a finales del siglo XX todavía estaba en torno al 90%, ha bajado, en dos décadas, a registrar menos del 50%. Francia, al otro lado del Atlántico, Iglesia madre de Quebec, e «hija primogénita de la Iglesia Católica» desde la Edad Media, ha cruzado también a la baja la frontera psicológica del 50%. Toda Europa comparte esta bajada en las estadísticas. ¿A qué obedece?
     Bruno, y un grupo de teólogas y teólogos, comparten desde hace un tiempo una visión proactiva de la crisis. No es una interpretación «culpabilizante», como antes del Papa Francisco sostenía consistentemente la Iglesia jerárquica. Ahora se abre paso más bien el descubrimiento del cambio cultural que está experimentando la sociedad. Un cambio, además, profundo, incluso radical. Es decir, que afecta a las raíces, a lo que normalmente no cambia: los primeros principios, los axiomas, los postulados, las convicciones genéricas…
     Cambios ha habido muchos, constantemente, en la historia. Pero, normalmente, son cambios superficiales, o de pequeño calado. Los primeros principios de la lógica de Aristóteles no han cambiado en sus 25 siglos, y los patrones de la religiosidad teísta, por ejemplo, no han cambiado desde hace unos nueve milenios, cuando las invasiones kurgans y arias arrasaron Europa con el caballo recién domesticado -el tanque imbatible de aquel momento- conquistando también la religiosidad de los pacíficos pueblos europeos (la Old Europe de Marija Gimbutas), introduciendo un nuevo paradigma cosmovisional -y por tanto religioso- del cual, muchos interpretan que la crisis actual es su canto de cisne.
     El homo y la mulier sapiens, sapientes, llevan, llevamos, 10 milenios (redondeando) con el teísmo (mono o poli, igual da). Prácticamente coincide con el Neolítico. En esos 10.000 años, ha habido muchos cambios, muchísimos, que, también, lógicamente, han sido más o menos superficiales o profundos. Pues bien, durante todo el Neolítico, no ha cambiado, en absoluto, el paradigma teísta: han nacido y han desaparecido religiones, que han creado y desactivado dogmas, normas morales, pecados y virtudes… pero los cambios no han llegado nunca, en estos diez milenios, a barrer el teísmo, uno de los más profundos presupuestos culturales de la religiosidad occidental. El teísmo ha permanecido ahí, inalterable, incuestionado incluso… porque nadie cuestiona lo que parece evidente, o lo que parece muy útil para la sociedad. El ateísmo, por ejemplo, no ha aparecido en la sociedad hasta la Modernidad, que es el comienzo, el anticipo, de la actual crisis cultural.
     Por su carácter negativo, y en buena parte nihilista, el ateísmo de este comienzo de la superación del Neolítico -que es ahora, en la Modernidad contemporánea, cuando está concluyendo sus diez milenios- no ha conseguido convencer a la Humanidad. En estos dos últimos siglos ha estado presente, pero casi de un modo sólo testimonial. Sólo en el pasado siglo XX ha sido cuando ha comenzado a expandirse y multiplicarse significativamente en las estadísticas demográficas mundiales. Y con este crecimiento, también ha cambiado de nombre, y de conciencia: ya no se llama, ni se siente, como ateísmo, sino como de personas arreligiosas, o sin religión, que han abandonado la religión, o que no se afilian a ellas. El famoso gurú de las estadísticas religiosas mundiales, el PEW Center de EEUU, los ha ‘bautizado’ con acierto como los non affiliated, nombre más correcto que el de a-teos o los ‘sem religião’ en Brasil. Una inmensa y creciente muchedumbre de personas que ya no comulgan con ese paradigma neolítico del teísmo -con todos los elementos religionales a los que da sustento-, y que se sienten incómodos en él, se asfixian dentro de su atmósfera («dentro de la caja»), sencillamente, se sacuden los zapatos y dejan atrás el paradigma religioso neolítico, a pesar de sus diez milenios cumplidos.
     Merece la pena reflexionar sobre ello. Es un tránsito cultural de la sociedad. Sucede ante nuestros ojos. No es posible no sentirse interpelado, aunque sea por ósmosis. Las estadísticas religiosas -hemos dicho- dan cuenta del grueso cambio de filiación religiosa que se está produciendo entre nuestros coetáneos. El teísmo que no había cambiado en diez mil años, se está agrietando y está siendo abandonado. Todo ese exilio religioso popular, masivo, ¿será una locura? Cuando el río suena, agua lleva. ¿Cómo entender la transformación de conciencia que está ocurriendo?
     Celebramos que Bruno Mori nos comparta en los Servicios Koinonía su modo de ver el cambio, sobre todo, porque no nos comparte una reflexión teórica, sino que nos habla desde su experiencia social y desde su intimidad religiosa personal. La transformación religiosa que refleja es la suya propia personal, su testimonio, en una palabra. No se escucha, ni se lee igual a un profesor que a un testigo, una especulación intelectual que una confesión biográfica.
     Bruno: gracias por compartir tu reflexión. Ayudados por tu paso adelante, queremos reflexionar y digerir tus luces sobre teísmo y posteísmo, en próximos posts. Si usted no la ha leído todavía no deje de hacerlo, aquí

martes, 14 de marzo de 2023


Balance de los 10 años del papa Francisco

José ARREGI

 

En noviembre de 2013, ocho meses después de su elección, el papa Francisco publicó el primero de sus grandes documentos, creo que el mejor de todos los textos escritos o firmados por él: la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Fue como un pregón programático. Como un pregón primaveral. Evocaba aquellas palabras que el relato evangélico de Lucas pone en boca de Jesús en la escena inaugural de su misión profética en la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu de la Vida me envía a anunciar la buena noticia a los pobres, a proclamar la liberación de los cautivos, a promulgar el año de gracia, el Jubileo de la justicia y de la paz sobre toda la Tierra” (Lc 4,18-19).

 “Evangelii Gaudium: eso es todo y a eso vengo”, venía a decir el papa argentino, jesuita y franciscano a la vez: solo la bondad inseparablemente personal y política puede traer la alegría de vivir a esta tierra, solo la alegría compartida puede sostener a la larga la lucha por la paz y la justicia universal. La Evangelii Gaudium no denuncia la cultura actual, sino la economía financiera asesina. Afirma que “el gran peligro del mundo (y de los cristianos) es la tristeza” (n. 2), y el remedio no está en creer los dogmas, sino en realizar la “revolución de la ternura” (n. 88). Fue un pregón profético y primaveral con los pies en el suelo y el espíritu en la Buena Noticia de Jesús.

La Buena Noticia de Jesús fue y sigue siendo políticamente y religiosamente subversiva, y es posible que ningún documento de ningún papa anterior lo haya expresado con la fuerza, la libertad y la valentía con que lo hizo el papa Francisco en su programática Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Es lo primero que quiero afirmar en mi balance personal de sus 10 años de pontificado.

Y quiero destacar en particular la extraordinaria aportación de este papa a las grandes causas políticas globales de nuestro tiempo: su reivindicación de la justicia como condición de la paz, su denuncia de la economía financiarizada, su análisis de la emergencia ecológica, su reivindicación de la igualdad de los derechos de la mujer (con la grave incoherencia que luego señalaré…). Baste mencionar algunas afirmaciones de la misma Evangelii Gaudium. Denuncia sin titubeos “una economía de la exclusión y la inequidad”, “esa economía que mata (n. 53); y afirma rotundamente que “hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia” (n. 59); que “hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha (n. 195), y que “mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales” (n. 202).

Estas declaraciones y otras muchas similares que el papa Francisco ha proclamado a los cuatro vientos en los cinco continentes a lo largo de estos 10 años ininterrumpidamente –“Quitad vuestras manos de África”, y “El veneno de la codicia ha manchado de sangre sus diamantes”, dijo hace un mes en la República Democrática del Congo– han hecho de él el profeta político más importante de esta década, y no soy yo quien lo dice, sino analistas políticos de izquierda de prestigio internacional como Boaventura de Sousa Santos, y líderes y lideresas de Podemos como Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias y Yolanda Díaz. Esa es, a mi modo de ver, la mejor contribución del papa Francisco.

Claro que la contribución socio-política, aun siendo la primera condición, no permite sin más hablar de primavera eclesial. Esta requiere una profunda transformación de la institución eclesial en los campos de la teología, la moral y la organización del poder. ¿Sería posible? Para gran sorpresa de propios y extraños, el espíritu y la letra de Evangelii Gaudium sugerían una profunda transformación eclesial. Denunciaba sin tapujos a la gente de Iglesia que “se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar” (n. 94). Recalcaba que los hombres y las mujeres de hoy necesitan encontrar en la Iglesia “una espiritualidad que los sane, los libere, los llene de vida y de paz al mismo tiempo que los convoque a la comunión solidaria” (n. 89); que “la Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio” (n. 114); que, “pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos” (n. 216); que “aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse” (n. 236); que “Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás” (n. 270). Y aseveraba que “no podemos pretender que los pueblos de todos los continentes, al expresar la fe cristiana, imiten los modos que encontraron los pueblos europeos en un determinado momento de la historia, porque la fe no puede encerrarse dentro de los confines de la comprensión y de la expresión de una cultura” (n. 118); que, por lo demás, “no hay que pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse  siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que expresen un contenido absolutamente invariable (n. 129). Y, antes de todo ello, afirmaba: “tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones (n. 16).

Es un texto lleno de aliento y frescura. Pero no todo era fresco y nuevo: sigue refiriéndose reiteradamente a la vieja teología de la muerte sacrificial, expiatoria, de Jesús que “dio su sangre por nosotros” (n. 178; cf. 128, 229, 274) (¿para quién puede eso resultar hoy buena noticia, motivo de alegría?); reivindica una mayor presencia de la mujer en la Iglesia, pero afirma a la vez que “el sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión” (n. 104) (¿una Iglesia clerical podrá comunicar el gozo del Evangelio a las mujeres y a los hombres de hoy?); habla de la defensa de los “niños por nacer”, sin hacer distinción alguna entre el cigoto de un día y el feto de cuatro meses (nn. 213-214) (lo que contradice los datos de la ciencia: ¿puede así la Iglesia aliviar la angustia de muchas madres y padres?). En resumidas cuentas: el mensaje político de la Evangelii Gaudium, tanto en su denuncia como en su anuncio, habla el lenguaje de hoy, mientras que el mensaje más propiamente religioso y eclesial sigue ligado a creencias y categorías del pasado incapaces de inspirar a la inmensa mayoría de nuestra sociedad.

No obstante, la Evangelii Gaudium en su conjunto me hizo vibrar. Todo sonaba a puro Evangelio de aliento y renovación, libertad y liberación. Como innumerables cristianas y cristianos, la leí como un bello y firme himno a la primavera eclesial. Sin embargo, no me lo creía del todo, por dos motivos mayores. Primero, porque no veía señales claras de nuevo lenguaje teológico. Segundo, porque en el año 2013 yo ya no albergaba ilusiones de que en este pontificado se fuera a recuperar el retraso secular acumulado por la institución eclesial en los últimos 500 años (muchos más, en realidad), revertir la inercia tradicionalista de los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, colmar el desfase creciente entre la cultura moderna-posmoderna y el sistema eclesiástico en su conjunto. Ya era muy tarde para que la entera institución eclesial se dejara transformar por el espíritu de Jesús, por el aliento de la vida.

¿Y hoy, 10 años después? Lo diré abiertamente, y no sin algún pesar: sigo sin ver señales de aquella primavera anunciada. No obstante, constato con profunda extrañeza que muchas mujeres y hombres inteligentes y críticos celebran “la primavera del papa Francisco” como ya llegada, o al menos estrenada e irreversible. Por despacio que corra el tiempo en los relojes vaticanos y a pesar de que sus días sean como siglos, en estos tiempos de cambio acelerado, 10 años a la espera de la primavera son muchos años, demasiados para seguir aguardándola. En estos 10 años el mundo ha cambiado tanto y la Iglesia tan poco o nada, que su retraso se ha redoblado, la brecha entre la sociedad y la Iglesia ha seguido creciendo, y no porque la sociedad se haya alejado, sino porque la Iglesia sigue detenida en el pasado. 10 años son dos legislaturas en la mayoría de los parlamentos y gobiernos. Son suficientes para que quede bien de manifiesto aquello que un gobierno se propone hacer y lo que no, o aquello que puede hacer y lo que no podrá aunque se lo proponga. Una década es también suficiente para que un papa plenipotenciario dé signos inequívocos de lo que quiere y no quiere, de lo que puede y no puede hacer por plenipotenciario que sea (contradicción congénita del papado).

Entretanto, el zorzal común ha vuelto a cantar cada año sus variadas melodías siempre nuevas y el almendro ha florecido adelantándose cada año a la primavera general. La vida revive sin cesar y su incesante renacer es irreversible a pesar de todo, a pesar incluso de esta humanidad a la deriva. Pero, 10 años después, sigo sin ver las señales de la primavera eclesial. Porque quiere y no puede, porque puede y no quiere o porque ni quiere ni puede, la primavera no ha llegado ni la espero. ¿Y por qué lo digo así, tan tajantemente? He aquí 6 de los motivos principales:

 

1.     Una teología que se ha vuelto incomprensible. Las palabras del papa Francisco siguen aferradas a la misma teología de siempre; la misma imagen de Dios como Ente Supremo, aunque misericordioso, que interviene en el mundo; el mismo viejo “diablo”; la misma idea del ser humano como centro y culmen de la creación; el mismo pecado y la misma idea de la Cruz expiatoria de “nuestros pecados”; la misma presentación del cielo y del infierno del más allá. Los mismos dogmas y el mismo Derecho Canónico con dos o tres retoques irrelevantes. Y pienso que, mientras no cambie la teología, no habrá primavera en la Iglesia. ¿Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir? era el título de un libro publicado por el obispo episcopaliano John Shelby Spong en 1999. Hace 50 años como mínimo que, según todos los indicios, la Iglesia católica optó por morir en vez de renovarse y revivir.

2.     Una visión insostenible de la homosexualidad: “Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, dijo en el avión a la vuelta de Brasil en 2013, y mucha gente vio en esas palabras una ruptura con el pasado que yo sigo sin ver, pues alguien afirma que “no puede juzgar” a una determinada persona cuando ésta mantiene una conducta considerada en sí misma como condenable (“¿quién soy yo para juzgar a un homicida?”). De acuerdo con la tradición teológica general, el papa ha afirmado siempre que “la orientación homosexual no es pecaminosa, pero que los actos homosexuales sí lo son”, aunque en una reciente entrevista se enredó un poco diciendo que “la homosexualidad no es delito, pero sí pecado”. Sea como fuere, ha repetido numerosas veces que “el sacramento del matrimonio es entre un hombre y una mujer, y la Iglesia no puede cambiar eso”. Pues bien, no habrá primavera eclesial mientras perdure esa homofobia.

3.     Una perspectiva de género absolutamente fuera de lugar. Durante estos 10 años, hasta hoy, el papa Francisco se ha referido reiteradamente a la “teoría de género” como “una colonización ideológica”, “esa maldad que hoy se hace en el adoctrinamiento de la teoría del género”, tachada de “diabólica y de “atentado contra la Creación”, que “vacía el fundamento antropológico de la familia”. ¿Qué primavera cabe mientras se sigan lanzando tales falsedades y ofensas contra las personas LGTBIQ+ y contra la sensibilidad, imprescindible, de una mayoría social creciente?

4.     La mujer sublimada y marginada. A lo largo de esta década se han multiplicado en boca del papa las tomas de posición sobre la necesaria igualdad de derechos de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad civil…, Pero no en el interior de la comunidad eclesial, en la que la mujer no puede acceder a todos los puestos de responsabilidad y de poder, y ello “por voluntad divina”. Se ha referido tímidamente a la posible ordenación de “diaconisas”, y muy recientemente incluso a la posibilidad de que una mujer presida un dicasterio vaticano, pero en ambos casos se trataría de funciones subalternas, siempre desligadas del llamado “sacerdocio sacramental”, ordenado. Los argumentos aducidos –enteramente anacrónicos y carente de todo fundamento histórico y teológico– siguen siendo los de siempre: la diferencia absoluta entre “sacerdocio común” y “sacerdocio sacramental”, la elección por parte de Jesús de 12 apóstoles varones, la distinción entre la función administrativa y el “poder sacramental” derivado del “sacramento del Orden”, indispensable éste para la celebración de la eucaristía y la “absolución sacramental de los pecados”. Nada nuevo bajo las cúpulas vaticanas. En diciembre de 2022, el papa Francisco incluso hizo suya la teoría del doble principio, mariano y petrino, que rige la Iglesia, teoría propuesta y defendida por Hans Urs von Balthasar –uno de los principales teólogos del siglo XX, referente de la teología más conservadora– en su libro El complejo antirromano (1974): María simboliza el amor, y es lo esencial en la Iglesia, pero carece de poder; Pedro y sus “sucesores” –con amor o sin amor– poseen en exclusiva el poder de representar al varón Jesús, que como varón representa a Dios Padre… No florecerá la primavera en la Iglesia, mientras no se rompa este sistema patriarcal.

5.     El impasse de los sínodos. “Sínodo” significa “camino compartido”, si bien en el Derecho Canónico significa ante todo “asamblea del papa con los obispos”. Con el papa Francisco, llevamos tres Sínodos Generales y el cuarto está en marcha, y no han servido para caminar adelante sino para dar vueltas en el punto partida, y preveo que lo mismo pasará con el cuarto que está en curso. Primero fue el Sínodo de los jóvenes (2018), en el que los jóvenes brillaron por su ausencia. Luego se convocó el Sínodo de la Amazonía (2018-2019), en cuyo documento final se proponía que algunos varones casados “idóneos y reconocidos” que son diáconos permanentes puedan ser ordenados sacerdotes en “algunas zonas remotas de la región amazónica” (n. 111), pero el 3 de septiembre del año 2020 el papa Francisco desaprobó ese párrafo. En tercer lugar, se celebró el Sínodo de la Familia (2021-2022), del que se esperaba que dijera que los divorciados vueltos a casarse podrían comulgar, pero todo quedó en el aire, y cada uno hace como mejor le parece, como antes del Sínodo. Por fin, en 2021 se dio comienzo al cuarto Sínodo General, el Sínodo sobre la Sinodalidad, que recientemente se ha decidido prolongarlo hasta el 2024, no sé si para ganar tiempo o para perderlo. Pero no puedo pensar sino que acabará donde empezó: en efecto, en su Documento preparatorio se dice que “algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos doctores, dispensadores de los misterios y pastores para los demás” (n. 12), que aquellos “con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad” (n. 13), que los pastores son los “auténticos custodios, intérpretes y testimonios de la fe de toda la Iglesia” (n. 14), y se define a la Iglesia como “una comunidad jerárquicamente estructurada” (n. 14), contradicción en los términos. Si, después de dos años largos, no supera, que no superará, ese planteamiento, no habrá sido un auténtico Sínodo, “camino común”, sino un callejón clerical sin salida.

Mírese lo que está pasando, lo que ha pasado ya, con el “Camino Sinodal” de la Iglesia Católica alemana, puesto en marcha a finales de 2019. Por una amplísima mayoría de laicos y clérigos, obispos incluidos, han reclamado, entre otras cosas, la ordenación sacerdotal de mujeres y el reconocimiento de la unión de homosexuales como sacramento matrimonial, pero en el camino se han encontrado una y otra vez con el veto absoluto del Vaticano para esas y otras propuestas. Ante su insistencia, el cardenal Kasper, en otro tiempo prestigioso teólogo abierto, luego obispo y ahora principal apoyo teológico del papa Francisco, a finales de 2021 declaró que “el Camino sinodal alemán se ha convertido en una farsa de sínodo”. “Maria 2.0”, el movimiento de mujeres católicas romanas de Alemania, acaba de advertir que el Camino Sinodal está en peligro de “fracasar fatalmente”.

6.     El clericalismo es la raíz de todos los males. La Iglesia Católica romana se define y funciona de acuerdo a un modelo clerical vertical, autoritario, masculino y célibe. Es un modelo enteramente obsoleto, sin fundamento alguno en Jesús y en las primeras generaciones cristianas (si bien hay que decir que dicho modelo no sería hoy vinculante ni en el caso, totalmente irreal, de que lo hubiese instaurado Jesús en persona y lo hubiesen aplicado todas las comunidades cristianas al unísono desde el principio, al igual que ya no son vinculantes para hoy el pergamino o el papiro y la tinta con que entonces escribían).

El papa Francisco ha advertido una y otra vez en términos severos contra la tentación del clericalismo, pero no ha dado ningún paso decisivo para hacerlo desaparecer, ni siquiera para relativizarlo. Ha denunciado con razón que “los laicos clericalizados son una plaga en la Iglesia”, pero no que esa plaga es derivada del modelo clerical de Iglesia ni que este modelo es la causa principal de los grandes males sistémicos de esta Iglesia católica romana –agresiones sexuales incluidas– y que hay que derogarlo en nombre de Jesús y de la fraternidad-sororidad universal a la que la humanidad aspira.

La erradicación del modelo clerical piramidal, autoritario y masculino requiere la transformación radical del discurso teológico en su conjunto y el desmantelamiento de los cimientos mismos del actual Código del Derecho Canónico. No habrá primavera en la Iglesia mientras eso no suceda, como no podrán avanzar los sínodos mientras la última palabra la tengan el papa y los obispos nombrados por él a dedo, ni mientras el papa siga siendo plenipotenciario, elegido por los cardenales nombrados por el papa anterior, y obligado lógicamente a ceder el poder real a curias que lo ejercerán en la mayor opacidad y fuera de todo control, y ello en nombre de Dios y del papa, que apenas se enterará y que poco podrá hacer aunque se entere. Y no bastará con reformar la burocracia curial, es decir, fundamentalmente, redistribuir dicasterios y poderes y cambiar protocolos.

 

Por todo lo dicho, la conclusión se me impone: la primavera del papa Francisco sigue pendiente, enteramente pendiente. Y no puede valer como excusa la existencia –por verdadera que sea– de grandes poderes que operan contra él desde fuera y sobre todo desde dentro mismo del sistema clerical (por ejemplo, cardenales como Pell, Burke, Brandmüller, Müller, Sarah, Rouco, Erdö, Ouellet, Viganò…), pues las luchas de poder y de intereses forman parte constitutiva del sistema del papado absolutista.

Pero quede muy claro: no reprocho nada al papa de mente jesuita y corazón franciscano. Es un hombre como cualquiera de nosotros, seguramente mejor que yo y que la mayoría de nosotros, pero eso no viene aquí al caso. Tiene su mentalidad, su teología, su modelo de Iglesia, con todo derecho, como cualquiera de nosotros. Y hace como mejor piensa y puede con la mejor voluntad. No le reprocho nada, ni le exijo nada más de lo que hace, a sus 86 años y con su salud quebrada. Pero representa un sistema eclesiástico obsoleto. Es rehén del papado y de su historia y de sus dogmas inamovibles. Y es el jefe absoluto de una institución en la que se halla enfrentado a una alternativa poco halagüeña: o intentar reformarla radicalmente (cosa improbable, por no decir imposible) o empeñarse en mantenerla con meros ajustes  de funcionamiento, reformas curiales y sínodos incluidos (lo que equivale a dejar que siga cayendo poco a poco, al ritmo aproximado de un punto porcentual al año, según las estadísticas –implacables– socio-religiosas mundiales; las cifras son implacables).

Tal es el balance general que hago después de 10 años. Puede parecer demasiado pesimista. Pero quiero dejar también muy claro: no me siento decepcionado por el papa Francisco (el lector puede corroborarlo leyendo la breve reflexión “100 días de papado” que escribí poco después de su elección). No me siento decepcionado por dos motivos, determinantes ambos: en primer lugar, porque hace 10 años no tenía expectativas de la gran reforma eclesial (que 50 años atrás era absolutamente indispensable y tal vez hubiera sido posible), y no hay decepción donde no hay expectativas; en segundo lugar, porque el hecho de que esta institución eclesial, que en el Concilio Vaticano II y en el inmediato postconcilio se negó a reformarse a fondo para empujar el anhelo de un mundo mejor en este mundo, que esta institución, digo, se vaya derrumbando ya no me parece ni una gran desgracia ni un motivo de desesperanza.

La esperanza del mundo ya no se juega en la suerte de este sistema eclesial. Con mis dudas y contradicciones, trataré de vivir en esperanza: de seguir cuidando en mí mismo y en los demás la llama vacilante que arde en la comunidad eclesial de las discípulas y discípulos de Jesús, pero sin esperar la reforma de esta institución eclesiástica ya irreformable. La esperanza no consiste en esperar o aguardar a que algo –aunque sea lo mejor– suceda, sino en vivir con espíritu, en respiro, dejándose inspirar por el Espíritu transformador y poniendo cada día una semillita de vida para la vida común más plena a la que aspiramos.

Aizarna, 28 de febrero de 2023

 

 

 

domingo, 12 de febrero de 2023

«Etsi Darwin non daretur»:

como si Darwin no hubiera existido

     El 12 de febrero se celebra internacionalmente el «Día de Darwin», porque ese día, en 1809, nació este científico inglés, cuya obra más conocida es la de «El origen de las especies». La celebración de esa Jornada Internacional pretende hacer crecer la conciencia de la importancia de su contribución al progreso de la ciencia y de la Humanidad. Y es que, no obstante el tiempo que ha pasado, todavía hay en la sociedad importantes resistencias a la aceptación de lo que hoy la ciencia considera ya, no una hipótesis, ni una teoría, sino un hecho. Como digo: a pesar de esta convicción casi general de la ciencia actual, sobre el acierto del descubrimiento de la evolución por parte de Darwin, sigue habiendo sectores de la sociedad que piensan etsi Darwin non daretur, o sea, como si Darwin no hubiera existido, como si la evolución no fuera uno de los descubrimientos científicos que más han modificado nuestra forma de pensar, de ver el mundo, y de vernos a nosotros mismos.

     En noviembre de 1859 (hace poco hemos celebrado su 150º aniversario) Charles Darwin publicó el libro «El origen de las especies», que se agotó en el mismo día de su puesta a la venta, y provocó un escándalo tremendo en la sociedad victoriana londinense, y una polémica internacional. A nadie dejó indiferente. Se trataba de la propuesta -científica, bien razonada- de una visión alternativa a la que había sido la tradicional, la de siempre, diríamos que la de la Biblia misma. Según sus observaciones científicas, Darwin creía poder concluir que no era cierta la explicación tradicional prácticamente universal, de que el mundo de los seres vivos había sido creado directamente por Dios, tal cual los vemos hoy: cada especie diseñada directamente por Dios, y reproducida -como dice el libro Génesis- «cada cual según su especie». Esto era el abc, la verdad más obvia para la sociedad occidental: Dios ha diseñado y creado todas las especies de los seres vivos; todas serían obras directas de las manos Dios.

     Darwin irrumpió en la sociedad, casi de golpe, con un salto al más allá del creacionismo: las especies no fueron creadas cada una por un Creador, porque -según Darwin- todas proceden de un ancestro común, evolucionando por selección natural, a base de muy largos períodos de tiempo. El choque no podía ser más fuerte, ni más delicado: en la línea misma de flotación de la creencia religiosa oficial (y popular) de aquella sociedad precientífica y religiosa. No era posible aceptar de golpe que la biodiversidad no fuese un designio del Dios Creador mismo, sino que era fruto del azar de la vida misma. La mayor parte de las instituciones religiosas rechazaron la nueva visión científica propuesta por Darwin. Prefirieron seguir pensando y funcionando como siempre, «etsi Darwin non daretur», como si Darwin no hubiera existido, como si no hubiera dicho nada digno de ser reflexionado.

     Y sí, tenían razón, su razón. Tenían razón en pensar que tomar en serio la propuesta de Darwin, aceptar el nuevo paradigma de la evolución, frente al fixismo dizque divino de la creación, tendría demasiadas implicaciones, exigiría revisar prácticamente todas sus concepciones, y eso, además de pereza, suscita inseguridad, miedo, incluso pánico.

     Ha pasado más de siglo y medio desde que Darwin nos sorprendió con el libro que muchos juzgan que es el que más nos ha influido en los últimos siglos, el que ha provocado una transformación más honda en la ciencia y en la conciencia de gran parte de la Humanidad. Pero, todavía, Iglesias pequeñas y grandes, también la Católica, siguen albergando una mayoría de personas que creen en la creación directa del ser humano por un Creador, la existencia de Adán y Eva, la expulsión de esa pareja humana de un estado paradisíaco con dones sobrenaturales como la inmortalidad, la omnisciencia… Aunque ya hace 164 años (el 12 de febrero de 2023) que Darwin publicó su libro, todavía, la teología que se estudia en los seminarios y la que se predica en las homilías, no se ha confrontado verdaderamente con Darwin, ni con la evolución. Desde un paradigma fixista y creacionista, continúan repitiendo -un poco vergonzantemente, es verdad- lo de siempre, como si Darwin no hubiera existido.